martes, 26 de mayo de 2009

Neretva

- Neretva, se llama Neretva.

Apenas hace nada que la niña ha nacido y ya es la sexta vez que tiene que aclarar el nombre de su hija, aunque por mucho que lo intenta, no encuentra palabras para definir lo que el simple recuerdo del Neretva le hace sentir.

Branimir es bosnio, aunque antes fue yugoslavo y en su casa siempre le dijeron que era croata; demasiadas identidades para un niño que creció jugando en las dos orillas del río que atraviesa Mostar y que cuando le preguntaban “¿tú que eres?” respondía “yo caco”, inocente e ignorante, desconocedor del odio que empezaba a gestarse.

Neretva no es sólo un río; es la frontera entre el odio y la amistad, una barrera que croatas y musulmanes deberían cruzar día a día para recuperar aquellos años en los que en sus márgenes sólo se oían carcajadas, carcajadas silenciadas por el ruido de las bombas.

Tenía quince años la última vez que vio el Neretva y, en sus aguas, quedaron su infancia, su primer amor y las piedras del viejo puente que los suyos derribaron para separar a sus “hermanos” de la otra orilla. Allí se quedaron sus amigos, los partidos de fútbol en las calles de Kujundziluk, las meriendas junto al río… Y allí le espera el niño que fue para darse un último baño cuando el calor de su añorada Mostar se haga insoportable.

Aquí, al conocer su origen, es frecuente que le pregunten sobre la guerra, sobre naciones y bandos; y, aunque no responde, todavía baja la mirada cuando recuerda el día en que le dijeron que había que luchar por una patria que no sabía que tenía; aquel día en el que ser croata se comió al ser amigo, sobre todo si ese amigo creía en Alá.

Y todo esto, lo que el resto le dice sobre naciones y patrias, es lo que le hace plantearse su identidad, una cuestión que cuando vivía en Mostar y jugaba a fútbol con los vecinos del otro lado del río parecía una tontería. Una tontería convertida en guerra.

¿Qué es él? Croata, yugoslavo, bosnio… No lo sabe y tampoco le importa; se conforma con saber que hoy es el día más feliz de su vida, hoy que su pasado, su presente y, sobre todo, su futuro dormita entre sus brazos.

- Neretva, se llama Neretva.